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Lo que sucede en el cerebro de tus hijos cuando les gritas
Redactado por Eréndira Luna | 03 de Noviembre, 2021 | Familia
Lo que sucede en el cerebro de tus hijos cuando les gritas

 Los gritos siempre son una expresión de frustración e impotencia.

Cuando les gritamos a los niños no tenemos más razón, simplemente estamos expresando nuestra incapacidad para hacer valer nuestra autoridad de una manera más agresiva.

Por eso, gritar a los niños nunca es una buena opción ya que termina validando comportamientos y formas agresivas de relacionarse, donde gana el más fuerte o, en este caso, quien más grite.

 

 

Por otra parte, los niños pequeños no son capaces de comprender que los gritos son una expresión de desesperación adulta, por lo que a menudo asumen que sus padres no les quieren y no son dignos de su amor, lo cual termina afectando profundamente su autoestima.

Sin embargo, los gritos no solo tienen un fuerte impacto psicológico, sino que también afectan el desarrollo del cerebro infantil.

 

¿Sabías que los gritos afectan a nivel cerebral?

Ante los gritos, se activa en los niños la emoción del miedo, y esta bloquea una zona en la amígdala que impide el paso de nueva información.

La amígdala, está encargada entre otras cosas de almacenar y regular las emociones. Según Justin Feinsten, científico de la Universidad de Iowa (EEUU), cuando la amígdala detecta un peligro (como pueden ser los gritos), activa una respuesta que nos empuja a alejarnos de la amenaza.

Las neurociencias explican que los gritos activan un área del cerebro de los chicos que impide que hagan eso que los padres están buscando.

"No pueden pensar ni razonar. Entran en un modo de supervivencia que sólo les permite tres respuestas: huir, luchar o paralizarse", explica Verónica de Andrés, una de las autoras del libro "Confianza total para tus hijos" (Planeta), magíster en Educación de la Universidad de Oxford Brookes de Inglaterra y especializada en neurociencia y aprendizaje efectivo.

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La zona del sistema límbico donde está la amígdala, despliega una especie de "escudo" para protegerse de los gritos. El corazón se acelera, se empieza a segregar adrenalina y las pupilas se dilatan. Se segrega cortisol, la hormona del estrés, que prepara para dar respuesta a ese peligro.

"Es una reacción que compartimos con las demás especies animales", explica el neurólogo infantil, Nicolás Schnitzler, especialista del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco). Lo hace mediante unos neurotransmisores que activan sustancias como la dopamina, la adrenalina y los glucorticoides.

Por otra parte, un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, demostró que los gritos, el maltrato verbal y la humillación o la combinación de los tres elementos alteran de forma permanente la estructura cerebral infantil.

En tal estudio, analizaron el cerebro de 50 chicos con problemas psiquiátricos que habían sufrido maltrato familiar y los compararon con la estructura cerebral de niños que no recibían malos tratos. Los que habían crecido en ambientes hostiles tenían una reducción del cuerpo calloso del cerebro, que es la parte que conecta ambos hemisferios.

Los gritos y la humillación, concluyeron los especialistas, hacen que los dos hemisferios se desconecten. ¿Cuál es el resultado? Produce que los cambios de personalidad y de estado de ánimo sean más marcados. Esto, entre otras cuestiones, compromete la estabilidad emocional y aumenta la dispersión atencional.

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Consecuencias negativas de gritarles a los niños

Tal como dice la experta en crianza Tania García, "las consecuencias negativas de los gritos a nuestros hijos son múltiples; los beneficios, ninguno".

Se bloquea el proceso de aprendizaje

Aunque hay quienes creen que gritando es como el niño aprende, en realidad están equivocados. Lo único que registra es que debe ser sumiso ante la autoridad, pero no entiende los motivos por los que le está sucediendo eso.

Se activa el miedo

Cuando se le grita a un niño, su cerebro libera hormonas que preparan al cuerpo para huir. Son las mismas que causan el estrés crónico, por lo que gritarle a un niño es generarle permanente estrés de forma innecesaria.

Registra recuerdos negativos

Seguramente estás de acuerdo con que los recuerdos negativos a veces pesan más que los positivos. Cuando le gritas a un niño, lo único que hace es registrar en su cerebro malos recuerdos que, a largo plazo, le generarán problemas emocionales, angustia y ansiedad.

Los niños que reciben gritos como medida de disciplina habitual aprenden patrones de acción desadaptativos y disfuncionales. Incluso podrían desarrollar un patrón de conductas agresivas o, por el contrario, una timidez extrema, miedo y sometimiento.

En cualquiera de los casos, son conductas que van a repercutir de modo negativo en sus interacciones racionales, tanto en la infancia como en la vida adulta.

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10 claves para no gritarle a los niños

1. El primer paso es reconocer que gritamos demasiado y querer poner fin a este problema. Una vez que lo reconozcas, seguro que pones todo por tu parte para dejar de gritar a tus hijos.

2. Aprende a controlar tus emociones. Los gritos no son más que los truenos de la ira. Si destapas la caja de la furia, lo más normal es que salga a raudales mediante gritos y más gritos. Por eso, debes aprender a canalizar esa ira. ¿Cómo? Existen muchos métodos de relajación, meditación o Mindfulness (prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar) que pueden ayudarte.

3. Ejercita la paciencia. Sí, la paciencia se entrena. Tal vez pienses que es algo con lo que se nace, y que por eso tú no eres nada paciente. Nada más lejos de la realidad. Con determinación, y control de las emociones conseguirás tener más paciencia cada día.

4. Recuerda tu edad y la de tus hijos. No te pongas a su mismo nivel. Ellos son niños. Tú, su adulto de referencia. Los niños hacen cosas de niños y cometen errores. Tú estás ahí para guiarles y decirles cómo corregir esos errores. Y por supuesto, entre tus funciones está la de repetir a tus hijos cien veces las mismas cosas.

5. No pagues tus problemas con tus hijos. Muchas veces, llegamos a casa después de tener un mal día en el trabajo y lo pagamos con las personas menos indicadas: los hijos. De pronto una pequeña gota hace que se colme el vaso, y estallas como una olla a presión. Insistimos en hacer ejercicios de relajación para deshacerte de la ira.

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6. Tú también puedes usar la famosa técnica de la tortuga. Cuando te sientas muy enfadado y a punto de gritar, piensa que eres una tortuga. Imagina que te puedes encerrar en tu cascarón y allí dentro, cuenta hasta 10. ¡Funciona!

7. Nunca pierdas el respeto por tus hijos. Si terminas gritando con insultos y humillaciones hacia tus hijos, perderás todo el respeto, ya que tú tampoco demuestras ningún respeto hacia ellos.

8. Busca otras técnicas para que te obedezcan. Por ejemplo, la técnica del sándwich, que consiste en recordarle a tu hijo algo que hace bien, plantearle aquello que quieres que cambie porque consideras que no lo hace bien, y terminas agradeciendo que vaya a intentarlo y a esforzarse. Ya sabes, educación en positivo.

 

 

9. Aprende a pedir perdón. Una buena forma de enseñar a tus hijos a pedir perdón, es pidiéndoselos a ellos. Nada como el ejemplo. Si en algún momento te pasaste, no controlaste tu ira y terminaste gritándoles, deja tu orgullo y pide perdón, claro que lo entenderán y te perdonarán.

10. Pacta con tu pareja este tipo de educación. Si tú consigues eliminar los gritos, pero tu pareja continúa con ellos, habrás arreglado el problema "a medias".

Cuando estés ante una situación difícil con tus hijos, recuerda evitar gritar, y si debes realizar una fuerte llamada de atención, no te culpes, pero no te excedas. Respira y vuelve a intentarlo.

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