01 | Jesús volvió a la barca, cruzó de nuevo el lago y vino a su ciudad. |
02 | Allí le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralítico: «¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!» |
03 | Algunos maestros de la Ley pensaron: «¡Qué manera de burlarse de Dios!» |
04 | Pero Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? |
05 | ¿Qué es más fácil: decir -Quedan perdonados tus pecados- o -Levántate y anda-? |
06 | Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.» Entonces dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a casa.» |
07 | Y el paralítico se levantó y se fue a su casa. |
08 | La gente, al ver esto, quedó muy impresionada y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres. |
09 | Jesús, al irse de allí, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Mateo se levantó y lo siguió. |
10 | Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos. |
11 | Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?» |
12 | Jesús los oyó y dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. |
13 | Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» |
14 | Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron: «Nosotros y los fariseos ayunamos en muchas ocasiones, ¿por qué tus discípulos no ayunan?» |
15 | Jesús les contestó: «¿Quieren ustedes que los compañeros del novio estén de duelo mientras el novio está con ellos? Llegará el tiempo en que el novio les será quitado; entonces ayunarán. |
16 | Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de tela nueva, porque el pedazo nuevo tiraría del vestido y la rotura se haría mayor. |
17 | Y nadie echa vino nuevo en recipientes de cuero viejos, porque si lo hacen, se reventarán los cueros, el vino se desparramará y los recipientes se estropearán. El vino nuevo se echa en cueros nuevos, y así se conservan bien el vino y los recipientes.» |
18 | Mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se postró delante de él y le dijo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá.» |
19 | Jesús se levantó y lo siguió junto con sus discípulos. |
20 | Mientras iba de camino, una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias, se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. |
21 | Pues ella pensaba: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.» |
22 | Jesús se dio vuelta y, al verla, le dijo: «Animo, hija; tu fe te ha salvado.» Y desde aquel momento, la mujer quedó sana. |
23 | Al llegar Jesús a la casa del jefe, vio a los flautistas y el alboroto de la gente. |
24 | Entonces les dijo: «Váyanse, la niña no ha muerto sino que está dormida.» Ellos se burlaban de él. |
25 | Después que echaron a toda la gente, Jesús entró, tomó a la niña por la mano, y la niña se levantó |
26 | El hecho se divulgó por toda aquella región. |
27 | Al retirarse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que gritaban: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!» |
28 | Cuando Jesús estuvo en casa, los ciegos se le acercaron, y Jesús les preguntó: «¿Creen que puedo hacer esto?» Contestaron: «Sí, Señor.» |
29 | Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Hágase así, tal como han creído». Y sus ojos vieron. |
30 | Después les ordenó severamente: «Cuiden de que nadie lo sepa.» |
31 | Pero ellos, en cuanto se fueron, lo publicaron por toda la región. |
32 | Apenas se fueron los ciegos, le trajeron a uno que tenía un demonio y no podía hablar. |
33 | Jesús echó al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos decían: «Jamás se ha visto cosa igual en Israel.» |
34 | En cambio, los fariseos comentaban: «Este echa a los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios.» |
35 | Jesús recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades. |
36 | Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. |
37 | Y dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. |
38 | Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha.» |