Ser padre es uno de los trabajos más difíciles que existen. Hay tantas cosas que tienes que enseñar a tus hjos para que se conviertan en adultos inteligentes, equilibrados e independientes.
Sin embargo, durante ese proceso, es probable que nos desviemos del camino situándonos en algún extremo: o bien nos convertimos en padres descuidados o por el contrario somos muy sobreprotectores.
En relación al tema queremos hablarte de unos tipos de papás que por su forma de actuar con sus hijos reciben un nombre muy peculiar: "padres helicópteros".
Reciben este nombre porque, "vuelan por encima", supervisando constantemente la vida de sus hijos. Son padres de familia que prestan excesiva atención a las experiencias y problemas de sus hijos.
La metáfora apareció en 1969 en el libro "Entre padres y adolescentes", que menciona las quejas de una adolescente: "Mi madre se cierne sobre mí como un helicóptero."
Un estudio reciente de las universidades de Minnesota y de Carolina del Norte, en Estados Unidos, y de Zurich, en Suiza, concluyó que la "crianza helicóptero" está asociada a problemas de comportamiento en los niños.
La investigación analizó el caso de 422 niños de Estados Unidos a lo largo de 8 años, y sus resultados fueron publicados en la revista especializada Developmental Psychology.
Lo que los investigadores querían saber es si el control parental a los 2 años estaba ligado a la capacidad del niño para controlar sus emociones a los 5, y a problemas escolares a los 10.
Para ello los académicos buscaron madres de niños de 2 años que quisieran participar voluntariamente en el estudio.
Después las grabaron en video jugando con sus hijos con distintos juguetes durante 4 minutos, seguidos de otros dos minutos más mientras recogían todo.
Los investigadores les dijeron a las madres que jugaran con los niños como lo harían en casa. Luego puntuaron las interacciones de las madres con los niños en casa registrando signos de sobreprotección, definida como "momentos en los que el padre es demasiado estricto o exigente dado el comportamiento del niño".
Después los niños volvieron a ser evaluados a los 5 años con varios experimentos que valoraban sus respuestas emocionales en distintas situaciones.
Y nuevamente a los 10 años: los investigadores les pidieron a los profesores que rellenaran unos cuestionarios sobre el comportamiento de los niños, sus esfuerzos académicos y sus habilidades sociales, y los niños hicieron su propia evaluación sobre sus problemas emocionales y escolares.
Los resultados mostraron que los niños de 2 años cuyas madres eran demasiado controladoras, de acuerdo a lo observado en los videos iniciales, tenían menos probabilidades de controlar bien sus emociones e impulsos a los 5, y más probabilidades de tener problemas emocionales y dificultades académicas a los 10.
Los investigadores dicen que puede ser importante que los niños en la infancia temprana prueben cosas nuevas y resuelvan problemas por sí mismos, sin que los padres interfieran para decirles qué hacer.
Según los autores del estudio, darles tiempo para que discurran solos podría favorecer el desarrollo de capacidades necesarias para el control de las emociones y los impulsos.
Desde luego este comportamiento tiene sus consecuencias ya que, al ser padres excesivamente protectores, controladores y en constante búsqueda de la perfección crían hijos incapaces y dependientes.
Aunque también los hijos pueden reaccionar de otras maneras, por ejemplo ser desafiantes hacia sus progenitores, mientras que otros se muestran apáticos o muy frustrados.
La excesiva vigilancia de esta forma de crianza no busca hacer daño a los hijos. Se actúa con las mejores intenciones, basándose en el amor a sus hijos y creyendo que este comportamiento es el mejor;, sin embargo, ocasiona problemas severos en las emociones de sus hijos y en su relación con ellos.
Como se ha mencionado anteriormente, el tener unos padres que parecen helicópteros, provocan que sus niños no sepan manejar sus emociones. Suelen ser niños que no controlan sus cambios de humor, sus sentimientos y son más débiles a la hora de enfrentar los retos de cada etapa de crecimiento. "Esto está mal. Los niños necesitan cuidadores que les sirvan de guía a la hora de entender lo que les ocurre", añaden los expertos.
Para estos padres su hijo siempre será su bebé, aunque tenga 15 años. Al ser criados así, muchos de estos niños al llegar a la edad adulta son incapaces de enfrentar los problemas que se les presenten.
Amamos a nuestros hijos, pero tenemos que dejarlos crecer con libertad. Todos los expertos coinciden en que es necesario que los niños sean autónomos y puedan enfrentarse solos a los desafíos propios de su edad.
Tenemos que ser sensibles a las necesidades de nuestros hijos, reconociendo cuáles son sus capacidades a la hora de lidiar con distintas situaciones.
Deben guiar al pequeño, sin interferir o solucionar el problema, para que éste consiga el objetivo que se le plantea, proporcionando que lo pueda hacer solo, lo que le llevará a un mejor desarrollo de su salud mental y física y a tener mejores relaciones sociales y éxito académico.
Por otro lado, los padres pueden ayudar a sus hijos a aprender a controlar sus emociones hablando con ellos sobre cómo entender sus sentimientos y explicándoles qué comportamientos pueden resultar de sentir ciertas emociones, así como las consecuencias que pueden tener diferentes respuestas.
También pueden ayudar a sus hijos a identificar estrategias de afrontamiento positivas, como la respiración profunda, escuchar música, colorear o retirarse a un lugar tranquilo.
"Las claves para la educación son el apoyo y los límites, no la sobreprotección. Está bien que ayudemos a nuestros hijos a resolver ciertos problemas, pero siempre intentando implicarlos en la tarea. Para que entiendan que hay una relación entre esfuerzo y recompensa. De esta manera, poco a poco fomentamos su autonomía.
Por supuesto, siempre hay que tener en cuenta aquellos peligros potenciales que puedan aparecer, y permanecer precavidos ante ellos.
Una buena manera de proteger es hablar con otros padres y profesores de niños de la misma edad para establecer unos límites aproximados de lo que cada niño está capacitado para afrontar. “No podemos pretender que nuestros hijos de cuatro años se enfrenten a problemas como lo hacen los de 12", argumentan los expertos.
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