La complejidad del ser humano reside en el razonamiento, pero también en nuestras emociones. Por lo tanto, cuando nos enfrentamos ante eventos traumáticos de la vida, éstos pueden sobrepasarnos y perturbar nuestra estabilidad mental y emocional.
Ser capaz de superar exitosamente tales situaciones y a la vez salir fortalecido de éstas, es una habilidad clave para encontrar esa paz con nosotros mismos y el mundo en general, y por ende ser felices la mayor parte del tiempo. A esto le llamamos resiliencia y hoy te decimos cómo desarrollarla.
Dentro de los conceptos posmodernos de la psicología, seriamente ligados al manejo de las emociones (inteligencia emocional) se encuentra la resiliencia.
Un término que nació por divulgación del psiquiatra y psicoanalista Borys Cyrulnik, basándose en los escritos de química de John Bowly; y que hace referencia a la resistencia de los materiales que se doblan sin romperse, recuperando su forma original.
Por tanto, trasladado al área social, señalamos a una persona resiliente cuando ésta tiene la capacidad de sobreponerse o adaptarse positivamente a los contratiempos y salir fortalecido de ellos.
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Siendo más específicos, especialistas de la Facultad de Psicología de la UNAM, definen la resiliencia como la habilidad emocional, cognitiva y sociocultural para reconocer, enfrentar y transformar constructivamente situaciones que causan daño o sufrimiento o que amenazan el desarrollo personal.
Es así, que momentos altamente dolorosos como una ruptura de pareja, una enfermedad grave, un accidente, el fracaso de ciertos proyectos muy deseados; un desastre natural o la muerte de un ser querido, pueden ser afrontados de la manera más asertiva posible, a través de los recursos correctos y ciertas características de la personalidad.
Un ejemplo de resiliencia lo podemos encontrar en Stephen Hawking, quien a pesar de la enfermedad degenerativa que lo hacía ser dependiente día y noche, sabemos los grandes aportes y logros científicos que dejó.
Bien puedo abandonarse a sí mismo en su estado y apartarse del mundo, sin embargo, aceptó su realidad y continuó en búsqueda de sus objetivos; demostrando que lo importante no es lo que sucede, sino la actitud que se toma para afrontarlo, aún en el peor de los casos.
Antes que todo, resolvamos esta pregunta: ¿la resiliencia se tiene de manera innata o se adquiere?
Quizá nos sorprenda saber que se trata de una habilidad que puede ser desarrollada a cualquier edad, siendo inherente al ser humano. Varía de una persona a otra y se adapta a cada etapa de la vida, pues depende de conductas, pensamientos y acciones aprendidas (muy ligadas a la inteligencia emocional) que explicaremos a continuación:
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Cabe aclarar que es común pensar que una persona resiliente no experimenta dolor o tristeza. Y, por el contrario, tales emociones son precisamente sus catalizadores comunes ya que crean respuestas adaptativas que transforman su percepción y personalidad.
Quiero ser una persona resiliente, ¿cómo puedo lograrlo?
Ya que sabemos que todos podemos desarrollar la resiliencia, te dejamos algunos consejos que puedes aplicar y mejorar tu calidad de vida:
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La resiliencia y la felicidad
¿Cómo es que ambos conceptos se relacionan? Pues bien, aunque la felicidad en sí no es un estado de ánimo permanente, sino una luz intermitente; la resiliencia ayuda a potencializarla. A mantenernos en un estado de tranquilidad, paz interior y estabilidad.
Al ser la resiliencia una manera de sobreponerse a las adversidades, nos lleva a tener más entereza, a relativizar los problemas. Ser conscientes del aquí y el ahora y por ende tener mayor plenitud en nuestras vidas.
Fuentes: