Eva Duarte Ibarguren nació en Los Toldos, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, en 1919, siendo hija natural de Juan Duarte, un estanciero que no la reconoció ni a ella ni a sus hermanos, y de Juana Ibarguren. A los quince años ya estaba en Buenos Aires luchando para hacer pequeños papeles, la mayoría de ellos olvidables, en el teatro o en novelas radiofónicas. Su vida cambiaría en 1944 cuando conoció a Juan Domingo Perón, por entonces militar influyente y director del Departamento Nacional del Trabajo, órgano desde donde cimentaría su prestigio entre la clase trabajadora al ser inspirador de numerosas leyes de índole social. Fue en enero de ese año cuando un devastador terremoto asoló la provincia andina de San Juan (Yvert, 438-441), provocando miles de muertos y heridos. Perón presidió el Ente Nacional de ayuda a la población damnificada y en un festival artístico concebido para recaudar fondos conoció a la actriz Eva Duarte. En 1945 contrajeron nupcias y desde ese momento el binomio Perón marcaría la vida política, social y cultural de Argentina. La importancia de Evita y su influencia como figura en la sombra del poder se hará notar muy pronto: por ejemplo, al encabezar una gran campaña de agitación en los medios laborales (el movimiento de los "descamisados", apelativo con el que se conocía al proletariado urbano que apoyaba masivamente a Perón), para conseguir la excarcelación de su esposo que estaba recluido en la isla de Martín García a causa de un golpe militar. El 17 de octubre de 1945, cientos de miles de trabajadores ocuparon Buenos Aires y lograron su objetivo de ponerlo en libertad. Esa fue la puesta de largo del heterogéneo movimiento político llamado "peronismo", que el 24 de febrero de 1946 ganó las elecciones generales con una ajustada ventaja sobre la Unión Democrática, coalición formada por los radicales, los socialistas y los comunistas. Después de que Perón se convirtiera en presidente de la nación, Eva se puso a trabajar en una oficina en el Palacio del Correo y luego en la Secretaria de Trabajo y Previsión, encontrando allí su verdadera vocación. Eva se convirtió en un puente magnífico entre el pueblo y el gobierno, entre el pueblo y Perón y habiendo conocido ella en propia carne, las dificultades de subsistir propias de las personas sin dinero, enseguida se interesó por conseguir ayudas para los más necesitados, para los que ella llamaba "sus descamisados" o sus "grasitas" que representaban a la parte más pobre de la población. Tan temprano como finales de 1946 empieza a interesarse por el tema de los derechos de la mujer, comenzando en 1947 un trabajo más intenso en su intento de ayudar a la mujer argentina. El fuerte ascendiente que Evita ejercía sobre la mujer argentina creció en 1947 con su proyecto de ley que contemplaba implantar el derecho al sufragio universal. Hasta ese momento solamente podían votar los ciudadanos de sexo masculino mayores de edad. Esa ley fue una de las pocas que se sancionaron por unanimidad de todos los Diputados, ganando al mismo tiempo el apoyo de miles de argentinas que habían sido olvidadas por la política. La Fundación Eva Perón, con sus exigüos ingresos en sus comienzos, empezó a cobrar gran importancia pues su acción se fue extendiendo a todos los rincones del país; se construyeron miles de escuelas, centros de salud, hogares para ancianos, centros vacacionales para obreros; es decir, una labor social muy profunda. Al lado de los avances laborales, la Fundación Eva Perón ejerció una cierta justicia redistributiva compitiendo con la Iglesia Católica y las tradicionales sociedades de beneficiencia (que fueron suprimidas) y reemplazó la expresión caridad por un término menos ofensivo: ayuda social. Conforme asumía ese papel de defensora de causas perdidas, la personalidad de Evita fue transformándose. Lejos quedaban las joyas y trajes a la última moda que embelesaban a los desheredados. La austeridad se había apoderado de su retrato: vestidos discretos de color oscuro y un sencillo rodete en el cabello, que acentuaba su belleza. En el plano sindical, la figura de Eva Perón fue fundamental ya que actuó como correa de transmisión entre los sindicatos y el Gobierno; de esta manera, el régimen contaba también con el apoyo de los trabajadores que sustentaron de manera inestimable su política hasta tal punto que, en 1951, la C.G.T. (Confederación General del Trabajo) propuso la candidatura de Evita a la Vicepresidencia. Si bien contaba con el respaldo de la CGT, su avanzado estado de enfermedad debido al cáncer la condujo a su célebre renunciamiento en un acto multitudinario en la Avenida 9 de Julio: "Renuncio a los honores, pero no a la lucha". Por otra parte, los militares se oponían a la eventualidad de que Evita fuese vicepresidenta, ya que eso abriría las puertas a la posibilidad de que una mujer gobernara el país. El 17 de octubre su estado era muy delicado, pero aún así logró presentarse en la Plaza de Mayo, en donde se "despidió" de la gente. El 3 de Noviembre es internada en el Policlínico de Avellaneda, que ella misma había mandado construir. A medida que su agonia progresa se le van a conceder numerosos honores públicos: una nueva provincia llevará su nombre, el Congreso le otorgará el título de Jefa Espiritual de la Nación, su libro "La razón de mi vida" se convierte en texto escolar obligatorio. Se ha establecido un verdadero culto a la personalidad. La muerte de Evita llegó el día 26 de julio de 1952 a las 8 y 25 de la tarde, en compañía de su marido, su familia y parte del gobierno, habiendo entrado en coma horas antes. El pueblo se mantuvo alrededor de la casa, sufriendo una intensa lluvia y cuando se dió el comunicado de su muerte, hubo un gran llanto colectivo, pues el pueblo sentía que perdían a la única persona que se había interesado realmente por ellos. La noticia llegó a España y salió en los diarios del día 27 de julio de 1952. El cuerpo de Eva Perón, dentro de su ataúd con la tapa de cristal, fue depositado durante unos días en el Ministerio de Trabajo. Más de dos millones de personas desfilaron en menos de dos semanas para dar el último adiós a la querida Evita. Los tres primeros días de su muerte, todo Buenos Aires quedó paralizado, los únicos negocios que estuvieron abiertos fueron los de venta de flores que cubrían todas las aceras y las calles alrededor del Ministerio de Trabajo. El duelo de toda la nación fue tremendo, pese a que había muchos que lo estaban celebrando pues se habían quitado de encima un enemigo formidable, un tremendo obstáculo para la realización de sus objetivos.
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