Dos amigas, cuyos modernos maridos eran un ejemplo de tolerancia y libertad, y con el respectivo permiso de tan nobles hombres, salieron una noche a la discoteca de moda.
Cuando regresaban en la madrugada, hasta las chanclas de borrachas, les dieron los naturales deseos de ir al baño, pero lo único cerca era un cementerio. Decidieron con urgencia bajarse y hacer sus necesidades. La primera no encontró con que asearse, así que se limpio con su ropa interior, y la tiró. La segunda tampoco encontró con que asearse así que, agarró la cinta de una corona de flores y se limpio con ella. A la mañana siguiente, los maridos sumamente alterados (claro con justa razón) solicitan el divorcio, y se llaman entre ellos para contarse sus penas: - ¡Oye!, parece que nuestras viejas se la pasaron a toda madre anoche, porque la mía llego pedisima y sin calzones.
Y el otro contesta:
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