Dos gallegos compraron en un remate dos hermosos caballos. - Díme, Manolo -pregunta uno-, ¿cómo haremos para distinguirlos? - Mira, Jesús -responde el otro-; yo le corto la crin al mío, y el que tiene crin es tuyo y el que no tiene crin es mío. Y así lo hizo. Pero a la noche, un muchachito que los había estado espiando fue y sigilosamente le cortó la crin al caballo de Jesús. - ¡Mira lo que nos han hecho! -exclamó éste al día siguiente-. ¿Cómo haremos ahora para distinguirlos? - Sencillo -responde Manolo sin desesperar-. Yo le corto la cola al mío, y el que tiene cola es tuyo y el que no tiene cola es mío. Pero a la noche el mismo muchachito le cortó la cola al caballo de Jesús. - ¡Mira lo que nos han vuelto a hacer! -gimoteó Jesús al día siguiente-. Y ahora ¿cómo haremos para distinguirlos? - ¡Ya, hombre! -responde Manolo-. Yo le cortaré un pedacito de oreja al mío, y el que tiene oreja completa es tuyo y el que la tiene cortada es mío. Pero a la noche el muchachito también mutiló la oreja del caballo de Jesús. - ¡Otra vez lo mismo! -se duele éste al día siguiente-. ¿¿Me quieres decir cómo haremos ahora para distinguirlos? - ¡Hala, Jesús -replica Manolo, con gesto exasperado-; el blanco es tuyo y el negro es mío! Colaboración de Gabriel Nuñez de León Gto., México. |