Fernando y María daban un paseo romántico por el campo. Los deseos amorosos de Fernando aumentaban conforme se internaban entre los árboles. Justo cuando su lujuria llegaba al máximo y comenzaba a arrimársele a María, ella lo interrumpe: "Espero no te moleste, pero tengo ganas echarme una meadita". Un poco surprendido por la vulgaridad, le dice: "Está bien, ¿por qué no te vas detrás de éstos arbustos?". Ella asiente y desparece detrás de la maleza. Mientras Fernando espera, puede escuchar el sonido de los calzoncitos de nylon deslizándose por las suculentas piernas de María y se imagina todo aquello que está quedando expuesto. Incapaz de contener un segundo más sus instintos animales, Fernando introduce el brazo a través de los arbustos y toca la pierna de María. Suavemente sube la mano más y más, hasta que, horrorizado, agarra algo largo y grueso que cuelga entre las piernas de María. "¡María, por Dios! ¿Cambiaste de sexo?", grita angustiado. "No", contesta ella, "cambié de opinión. Estoy cagando". |