Hace años, un inspector hizo una visita a una escuela primaria. En su recorrido observó algo que le llamó poderosamente la atención, una maestra estaba atrincherada detrás de su escritorio, y los alumnos hacían gran desorden; el cuadro era caótico. Decidió presentarse:
- Permiso, soy el inspector de turno. ¿algún problema? - Estoy abrumada señor, no sé qué hacer con estos niños. No tengo láminas, la Secretaría no nos envía material didáctico, la verdad es que no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles. El inspector, que era un docente de alma, vio un corcho en el desordenado escritorio. Lo tomó y con aplomo se dirigió a los niños: - ¿Qué es esto? - Un corcho señor. - gritaron los alumnos sorprendidos. - Bien, ¿de dónde se obtiene el corcho? - De la botella señor. Lo coloca una máquina del alcornoque, de un árbol. de la madera. - respondían animosos los niños. - ¿Y qué se puede hacer con madera?, - continuaba entusiasta el docente. - Sillas. una mesa. un barco. - Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito? Escriban a qué estado pertenece. ¿Y cuál es el siguiente puerto más cercano? ¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que nació allí? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda alguna canción de este lugar? De este modo comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc. La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida: -Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas gracias. Pasó el tiempo y el inspector volvió a la escuela. Buscó a la maestra, y la encontró nuevamente acurrucada detrás de su escritorio, con los alumnos otra vez en total desorden... - Señorita. ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí? - Sí señor, ¡cómo olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho ¿Dónde lo dejó? |