01 | ¡Señor, Padre y Dueño de mi vida, no me abandones al capricho de mis labios ni me dejes caer por culpa de ellos! |
02 | ¿Quién aplicará el látigo a mi pensamiento, y a mi corazón, la disciplina de la sabiduría, para que no se perdonen mis errores ni se pasen por alto mis pecados? |
03 | Así no se multiplicarán mis errores ni se sobreabundarán mis pecados, ni caeré ante mis adversarios, ni mi enemigo se burlará de mí. |
04 | Señor. Padre y Dios de mi vida, no me des unos ojos altaneros |
05 | y aparta de mí los malos deseos. |
06 | ¡Que la sensualidad y la lujuria no me dominen, no me entregues a las pasiones vergonzosas! |
07 | Escuchen, hijos, cómo se educa la lengua: el que observe esto no caerá en el lazo. |
08 | El pecador se enreda en sus propias palabras, el maldiciente y el soberbio caen a causa de ellas. |
09 | No acostumbres tu boca a jurar ni te habitúes a pronunciar el nombre del Santo. |
10 | Así como el servidor vigilado constantemente nunca se libra de algún golpe, así el que jura y pronuncia el Nombre en todo momento no quedará limpio de pecado. |
11 | El que jura constantemente está lleno de iniquidad y el flagelo no se apartará de su casa. Si falta a su juramento, incurre en pecado; si lo menosprecia, peca doblemente; si juró en vano, no tendrá justificación y su casa se llenará de desgracias. |
12 | Hay un lenguaje comparable a la muerte: ¡que no se lo encuentre en la herencia de Jacob! Los hombres buenos están alejados de todas esas cosas: ¡que ellos no se revuelquen en los pecados! |
13 | No acostumbres tu boca a decir groserías, porque al decirlas se peca con la palabra. |
14 | Acuérdate de tu padre y de tu madre, cuando te sientes en medio de los grandes, no sea que los olvides en presencia de ellos y te comportes como un necio. Porque entonces preferirías no haber nacido y maldecirías el día de tu nacimiento. |
15 | Un hombre habituado a las palabras injuriosas no podrá ser corregido en toda su vida. |
16 | Dos clases de hombres multiplican los pecados y una tercera atrae la ira: |
17 | una pasión encendida como el fuego ardiente no cesará hasta que el fuego lo abrase; para el lujurioso toda comida es dulce, y no se calmará hasta que haya muerto. |
18 | El hombre que peca contra su propio lecho dice en su corazón: «¿Quién me ve? La oscuridad me rodea y los muros me cubren nadie me ve: ¿qué puedo temer? El Altísimo no se acordará de mis pecados». |
19 | Lo que él teme son los ojos de los hombres, y no sabe que los ojos del Señor son diez mil veces más luminosos que el sol, que observan todos los caminos de los hombres y penetran en los rincones más ocultos. |
20 | Antes de ser creadas, todas las cosas le eran conocidas, y lo son asimismo una vez acabadas. |
21 | Ese hombre será castigo en las plazas de la ciudad, será apresado donde menos lo esperaba. |
22 | Así también, la mujer que abandona a su marido y le da un heredero nacido de un extraño. |
23 | Porque, primero, ha desobedecido la Ley del Señor; segundo, ha faltado contra su marido; tercero, se ha prostituido con su adulterio, teniendo hijos con un hombre extraño |
24 | Ella será llevada a la asamblea y el castigo recaerá sobre sus hijos. |
25 | Sus hijos no echarán raíces y sus ramas no producirán fruto. |
26 | Ella dejará su recuerdo para una maldición y su infamia no se borrará. |
27 | Así sabrán los que vengan después que no hay nada mejor que el temor del Señor ni nada más dulce que obedecer sus mandamientos. |