01 | Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote |
02 | y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. |
03 | Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. |
04 | Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». |
05 | El preguntó: «¿Quién eres tú Señor?». «Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. |
06 | Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer». |
07 | Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie. |
08 | Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. |
09 | Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber. |
10 | Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: «¡Ananías!». El respondió: «Aquí estoy, Señor». |
11 | El Señor le dijo: «Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. |
12 | El está orando y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista». |
13 | Ananías respondió: «Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén. |
14 | Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre». |
15 | El Señor le respondió: «Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel. |
16 | Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre». |
17 | Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo». |
18 | En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. |
19 | Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco, |
20 | y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. |
21 | Todos los que oían quedaban sorprendidos y decían: «¿No es este aquel mismo que perseguía en Jerusalén a los que invocan este Nombre, y que vino aquí para llevarlos presos ante los jefes de los sacerdotes?». |
22 | Pero Saulo, cada vez con más vigor, confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es realmente el Mesías. |
23 | Al cabo de un tiempo, los judíos se pusieron de acuerdo para quitarle la vida, |
24 | pero Saulo se enteró de lo que tramaban contra él. Y como los judíos vigilaban noche y día las puertas de la ciudad, para matarlo, |
25 | sus discípulos lo tomaron durante la noche, y lo descolgaron por el muro, metido en un canasto. |
26 | Cuando llegó a Jerusalén, trato de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. |
27 | Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. |
28 | Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. |
29 | Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. |
30 | Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. |
31 | La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. |
32 | Pedro, en una gira por todas las ciudades, visitó también a los santos que vivían en Lida. |
33 | Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años. |
34 | Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te devuelve la salud: levántate, y arregla tú mismo la cama». El se levantó en seguida, |
35 | y al verlo, todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón se convirtieron al Señor. |
36 | Entre los discípulos de Jope había una mujer llamada Tabitá, que quiere decir «gacela». Pasaba su vida haciendo el bien y repartía abundantes limosnas. |
37 | Pero en esos días se enfermó y murió. Después de haberla lavado, la colocaron en la habitación de arriba. |
38 | Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, enterados de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres para pedirle que acudiera cuanto antes. |
39 | Pedro salió en seguida con ellos. Apenas llegó, lo llevaron a la habitación de arriba. Todas las viudas lo rodearon y, llorando, le mostraban las túnicas y los abrigos que les había hecho Tabitá cuando vivía con ellas. |
40 | Pedro hizo salir a todos afuera, se puso de rodillas y comenzó a orar. Volviéndose luego hacia el cadáver, dijo: «Tabitá, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. |
41 | El la tomó de la mano y la hizo levantar. Llamó entonces a los hermanos y a las viudas, y se las devolvió con vida. |
42 | La noticia se extendió por toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor. |
43 | Pedro permaneció algún tiempo en Jope, en la casa de un curtidor llamado Simón. |