01 | Aquel día, Débora y Barac, hijo de Abinoam, entonaron este cántico: |
02 | En Israel los guerreros dejaron sus cabellos sueltos, del pueblo salieron voluntarios. ¡Bendigan a Yavé! |
03 | ¡Escuchen reyes, soberanos presten atención, a Yavé le quiero cantar! ¡Cantaré para Yavé, para el Dios de Israel! |
04 | ¡Oh Yavé! Cuando saliste de Seir, atravesando los campos de Edom, tembló la tierra, los cielos se deshicieron, las nubes se convirtieron en agua. |
05 | Los montes se estremecieron al paso de Yavé, al paso de Yavé, el Dios de Israel. |
06 | En tiempos de Samgar, hijo de Anat, en tiempos de Yael, las caravanas no viajaban, los viajeros tomaban caminos apartados. |
07 | Ya no había más jefes, no había ni uno solo en Israel, hasta que te levantaste tú, Débora, hasta que te levantaste tú, madre en Israel. |
08 | La gente elegía dioses nuevos, la guerra ya estaba a las puertas; no se veía ni un escudo ni una lanza entre cuarenta mil hombres de Israel. |
09 | Mi corazón se vuelve a los jefes de Israel, a los voluntarios del pueblo: ¡bendigan a Yavé! |
10 | ¡Ustedes que van montados en blancas burras, que se sientan en sus alfombras, ustedes que van por los caminos, canten! |
11 | Cerca de los abrevaderos el pastor canta las liberaciones de Yavé, sus liberaciones y su bondad para con Israel. El pueblo de Yavé ha bajado a la frontera, |
12 | ¡despiértate, despiértate, Débora! ¡Despiértate y despierta a tu pueblo! ¡Levántate, Barac, y somete a los que te sometían, hijo de Abinoam! |
13 | Que los que no cuentan venzan a los poderosos, el pueblo de Yavé se mostró valiente y venció. |
14 | Los jefes de Efraín bajaron al valle. Benjamín va tras de ti entre tus tropas. Han bajado jefes desde Maquir, y de Zabulón los que llevan el cetro. |
15 | Los jefes de Isacar están con Débora, Isacar está al lado de Barac, y en la llanura marcha tras sus huellas. Pero junto a los arroyos de Rubén no hay más que palabrería. |
16 | ¿Por qué te quedaste en tus potreros, oyendo la flauta de tus pastores? Junto a los arroyos de Rubén se contentan con palabrería. |
17 | Galaad se quedó a la otra orilla del Jordán, Dan estaba en sus barcos, y Aser a la orilla del mar, tranquilo en sus puertos. |
18 | Pero Zabulón es un pueblo que arriesga su vida, igual que Neftalí, en los campos de batalla. |
19 | Llegaron los reyes y combatieron. En Tanac, cerca de las aguas de Meguido, combatieron los reyes de Canaán, pero no recogieron botín. |
20 | De lo alto de los cielos combatieron las estrellas, desde sus caminos pelearon con Sísera. |
21 | El torrente de Quisón los arrastró, el torrente de los tiempos antiguos, el torrente de Quisón. ¡Oh alma mía, avanza sin miedo! |
22 | ¡Qué martilleo de cascos de caballos, de caballos a todo galope! |
23 | Maldigan a Meroz, dijo el ángel de Yavé, maldigan, maldigan a sus habitantes que no estuvieron allí para ayudar a Yavé, para ayudar a Yavé con los valientes. |
24 | ¡Bendita sea Yael, la mujer de Jeber el quenita, bendita sea entre las mujeres! Bendita sea entre las mujeres que viven en tiendas. |
25 | El pidió agua, ella le dio leche; le ofreció leche cremosa en su mejor copa. |
26 | Con una mano toma la estaca, y con su derecha el martillo del obrero. Golpea a Sísera y le rompe la cabeza, le rompe y traspasa su sien. |
27 | Se desploma a sus pies, cae, está allí tendido. Cayó a sus pies, allí donde se desplomó está muerto. |
28 | La madre de Sísera se asoma a la ventana, observa a través de la celosía: «¿Por qué, dice, tarda tanto en volver su carro? ¡Qué lentos son sus carros para volver!» |
29 | La más viva de sus mujeres le responde y ella misma se lo repite: |
30 | «Se están repartiendo el botín: una cautiva, dos cautivas para cada guerrero, paños de color para Sísera, bordados para su cuello». |
31 | ¡Oh Yavé, que así perezcan tus enemigos! Y da a los que te aman el resplandor del sol. El país estuvo después tranquilo por cuarenta años. |