01 | Es muy cierta esta afirmación: «El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función». |
02 | Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza. |
03 | Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado. |
04 | Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad. |
05 | Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios? |
06 | Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio. |
07 | También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio. |
08 | De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. |
09 | Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. |
10 | Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado. |
11 | Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo. |
12 | Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. |
13 | Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo. |
14 | Aunque espero ir a verte pronto, te escribo estas cosas |
15 | por si me atraso. Así sabrás cómo comportarte en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. |
16 | En efecto, es realmente grande el misterio que veneramos: Él se manifestó en la carne, fue justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado a los paganos, creído en el mundo y elevado a la gloria. |