01 | Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. |
02 | Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: |
03 | plebeyos y nobles, ricos y pobres; |
04 | mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; |
05 | prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara. |
06 | ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados, |
07 | que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, |
08 | si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? |
09 | Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará |
10 | para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa. |
11 | Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños. |
12 | El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países. |
13 | El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales. |
14 | Éste es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: |
15 | son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura, y el abismo es su casa. |
16 | Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo. |
17 | No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: |
18 | cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él. |
19 | Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», |
20 | irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz. |
21 | El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece. |