01 | Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: |
02 | «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; |
03 | y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciendole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario". |
04 | Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, |
05 | pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"». |
06 | Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. |
07 | Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? |
08 | Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?». |
09 | Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: |
10 | «Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. |
11 | El fariseo, de pie, oraba en voz baja: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. |
12 | Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas". |
13 | En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". |
14 | Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado». |
15 | También le presentaban a los niños pequeños, para que los tocara; pero, al ver esto, los discípulos los reprendían. |
16 | Entonces Jesús los hizo llamar y dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. |
17 | Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». |
18 | Un hombre importante le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». |
19 | Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. |
20 | Tú conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre». |
21 | El hombre le respondió: «Todo esto lo he cumplido desde mi juventud». |
22 | Al oírlo, Jesús le dijo: «Una cosa te falta todavía: vende todo lo que tienes y distribúyelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme». |
23 | Al oír estas palabras, el hombre se entristeció, porque era muy rico. |
24 | Viéndolo así, Jesús dijo: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios! |
25 | Sí, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». |
26 | Los que escuchaban dijeron: «Pero entonces, ¿quién podrá salvarse?». |
27 | Jesús respondió: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios». |
28 | Pedro le dijo: «Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido». |
29 | Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, |
30 | recibirá mucho más en este mundo; y en el mundo futuro, recibirá la Vida eterna». |
31 | Después, Jesús llevó aparte a los Doce y les dijo: «Ahora subimos a Jerusalén, donde se cumplirá todo lo que anunciaron los profetas sobre el Hijo del hombre. |
32 | Será entregado a los paganos, se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán |
33 | y, después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará». |
34 | Ellos no comprendieron nada de todo esto; les resultaba oscuro y no captaban el sentido de estas palabras. |
35 | Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. |
36 | Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. |
37 | Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. |
38 | El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». |
39 | Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». |
40 | Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: |
41 | «¿Qué quieres que haga por ti?». «Señor, que yo vea otra vez». |
42 | Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado». |
43 | En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios. |