01 | Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos. |
02 | Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo. |
03 | El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. |
04 | Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo. |
05 | Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras. |
06 | Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. |
07 | Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.» |
08 | Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre.» |
09 | Cuando Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.» |
10 | Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región. |
11 | Había allí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro. |
12 | Los espíritus le rogaron: «Envíanos a esa piara y déjanos entrar en los cerdos.» Y Jesús se lo permitió. |
13 | Entonces los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos; en un instante las piaras se arrojaron al agua desde lo alto del acantilado y todos los cerdos se ahogaron en el lago. |
14 | Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron lo ocurrido en la ciudad y por el campo, de modo que toda la gente fue a ver lo que había sucedido. |
15 | Se acercaron a Jesús y vieron al hombre endemoniado, el que había estado en poder de la Multitud, sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron. |
16 | Los testigos les contaron lo ocurrido al endemoniado y a los cerdos, |
17 | y ellos rogaban a Jesús que se alejara de sus tierras. |
18 | Cuando Jesús subía a la barca, el hombre que había tenido un demonio le pidió insistentemente que le permitiera irse con él. |
19 | Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.» |
20 | El hombre se fue y empezó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos quedaban admirados. |
21 | Jesús, entonces, atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él. |
22 | En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies |
23 | suplicándole: «Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo.» |
24 | Jesús se fue con Jairo; estaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía. |
25 | Se encontraba allí una mujer que padecía un derrame de sangre desde hacía doce años. |
26 | Había sufrido mucho en manos de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía, pero en lugar de mejorar, estaba cada vez peor. |
27 | Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. |
28 | La mujer pensaba: «Si logro tocar, aunque sólo sea su ropa, sanaré.» |
29 | Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana. |
30 | Pero Jesús se dio cuenta de que un poder había salido de él, y dándose vuelta en medio del gentío, preguntó: «¿Quién me ha tocado la ropa?» |
31 | Sus discípulos le contestaron: «Ya ves cómo te oprime toda esta gente ¿y preguntas quién te tocó?» |
32 | Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado. |
33 | Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad. |
34 | Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad.» |
35 | Jesús estaba todavía hablando cuando llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro?» |
36 | Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: «No tengas miedo, solamente ten fe.» |
37 | Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. |
38 | Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. |
39 | Jesús entró y les dijo: «¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida.» |
40 | Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña. |
41 | Tomándola de la mano, dijo a la niña: «Talitá kumi», que quiere decir: «Niña, te lo digo, ¡levántate!» |
42 | La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). ¡Qué estupor más grande! Quedaron fuera de sí. |
43 | Pero Jesús les pidio insistentemente que no lo contaran a nadie, y les dijo que dieran algo de comer a la niña. |