| ¿Cómo dejar de verte a los ojos virgen María, si nuestro Señor Jesús nunca dejó de hacerlo? ¿Cómo dejar de hablarte, si el Espíritu Santo me mueve a decirte madre de nuestro Señor? E Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? (Lc 1, 41-43) | |