Los estándares de belleza siempre han existido, pero hoy más que nunca se observa una presión desmedida por alcanzarlos, en conjunto con la posibilidad de hacerlos realidad a través de rutinas, tratamientos y procesos quirúrgicos que muchas veces son innecesarios.
A esta influencia se le conoce como violencia estética y seguramente tú has sido parte de ella, desde el momento en el que decides depilarte no por gusto, sino porque la sociedad te ha dicho que es lo adecuado. ¿Te lo habías cuestionado alguna vez?
Pues hoy es momento de hacerlo y echarle un vistazo a este tipo de agresión que se ha pasado por alto y que además se le ha normalizado tanto.
Dando una checada rutinaria en Instagram seguro te encuentras con un sinfín de chicas (y hombres también) que tienen características similares: un cuerpo alto, joven, con curvas o músculos; depilado, abdomen marcado; glúteos grandes y formados; piel blanca y tersa; mentón pronunciado; labios gruesos, cejas simétricas, nariz respingada… y la lista puede seguir y seguir.
Ese conjunto de características es el ideal de belleza que en la actualidad te bombardea y te convence de que debes estar a la par de él, cueste lo que cueste. A esto se le conoce como violencia estética.
Siendo más específicos, Expansión Mujeres define la violencia estética como la presión social desmedida que se ejerce para cumplir con ciertos estereotipos físicos, la mayoría de las veces inalcanzables, que se han constituido como el canon de belleza que mencionamos anteriormente. Es un tipo de abuso sutil o silencioso que no reconoce la diversidad de cuerpos y valida solo ciertos tipos de belleza.
“Es una autoexigencia que pone en riesgo la salud física y mental y para quienes no cumplen con este prototipo de imagen, hay burlas, bromas y discriminación que afectan el autoestima y autoconcepto”.
Un ejemplo tan claro de esto fue el chiste violento, disfrazado de humor negro que recibió Jada Smith en los pasados premios Oscar por parte de Chris Rock, a causa de su alopecia.
Seguro no es extraño enterarte que las mujeres son las más afectadas por la violencia estética.
Desde la antigüedad, se han establecido estereotipos cambiantes que han influido principalmente en las mujeres a mostrarse o adoptar determinada forma para ser exitosas, aceptadas, respetadas o amadas.
Tan solo recuerda a la icónica Marilyn Monroe, para después pasar a las modelos ultradelgadas de Victoria’s Secret y ahora reproducir cuerpos tipo Kardashian.
Por supuesto, los hombres no están excluidos de la violencia estética. A ellos también se les orilla a lucir determinado cuerpo, que normalmente es uno musculoso; despreciando ya sea delicada o descaradamente a los hombres delgados y obesos. Incluso se ven afectados por situaciones como la calvicie o la baja estatura.
Sin embargo, es verdad que no tienen tanta presión como la tiene el sexo femenino. Ni tan poco se ven tan forzados a poner en riesgo su salud para verse atractivos.
Tan solo ponte a pensar cuántas veces has visto a una pareja en la que la mujer es delgada y el hombre un poco más rellenito. Aun así, se señalará o exigirá más al cuerpo de ella que al de él.
O un ejemplo mucho más claro: el de las canas. Para una mujer son símbolo de vejez y “se les obliga” a cubrirlas; mientras que para un hombre representan experiencia, madurez y hasta se consideran un rasgo sexy.
En general, los medios de comunicación han sido, por décadas, los responsables de establecer un prototipo de cuerpo ideal. Años atrás lo eran las revistas de moda, los desfiles televisados, las novelas y películas. Hoy, son las redes sociales.
La diferencia radica en el gran alcance que estas tienen y en todos los tipos de audiencia que abarcan, incluyendo niños y adolescentes que apenas están formando su identidad y un concepto de sí mismos.
Ahora, los influencers no solo te enseñan en su feed de Instagram su cuerpo “perfecto”, sino que también te recomiendan productos, tratamientos y cirujanos que te llevarán a verte tal como ellos.
Esther Pineda, doctora en sociología, autora del libro ‘Bellas paras morir: estereotipos de género y violencia estética contra la mujer’, describe cuatro formas principales de discriminación que envuelve la violencia estética:
Asimismo, la violencia estética establece parámetros de lo que sí y no es masculino o femenino y critica a las personas que no cumplen con ellos. Por ejemplo: cuando se dice que alguna mujer no es femenina porque tiene el cabello corto, se viste holgada o no se pinta las uñas.
Llegando a este punto es evidente que la violencia estética está causando un gran daño social.
En particular, genera estados de estrés, ansiedad y baja autoestima en muchos niveles.
Y como consecuencia, algunas personas recurren a dietas estrictas, que a su vez desencadenan trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia, bulimia u ortorexia.
Por otra parte, se ha tenido un aumento en tratamientos o cirugías estéticas; desde aquellos sutiles para borrar arrugas, a algunos más invasivos como la liposucción, la abdominoplastia (elimina el exceso de grasa y piel en el abdomen) o el aumento de busto y glúteos.
De hecho, algunos cirujanos afirman que sus pacientes les piden parecerse a tal celebridad o influencer, como resultado final.
Y, por otra parte, te habrás dado cuenta de la sexualización y cosificación de las mujeres desde edades más tempranas, en comparación con años anteriores.
Ahora se pueden ver a adolescentes bailando, vistiendo o posando de formas provocativas o no acordes a su etapa y madurez emocional.
Aunque se trata de un problema social a gran escala, puedes hacer algunos cambios en ti y en tu círculo de amigos o seres queridos. Checa:
Cuestiónate siempre
Antes de hacer o adoptar cualquier hábito o procedimiento que tenga que ver con la estética. Si te maquillas, te depilas o quieres operarte, piensa el porqué lo estás haciendo: si es realmente una decisión libre, o porque buscar encajar en un estereotipo de belleza social.
Si se trata de la segunda opción, lo mejor es replanteártelo. Te aseguramos que ir al cirujano porque no te gusta cómo eres, es algo que el bisturí no solucionará.
De los cuerpos ajenos no se opina
Evita hacer comentarios relacionados con tu cuerpo y del de las otras personas. Cuando dices “qué delgada y bonita se ve”, estás dejando en claro que la delgadez y la belleza van de la mano.
O, por ejemplo, imagina que eres mamá, que te ves en el espejo y te dices despectivamente: “qué gorda estoy”. Si tu hija está cerca y observa este comportamiento, puede que crezca pensando que el estar gorda está mal y que debe cambiar su cuerpo para ser aceptada o sentirse bonita.
No apoyes las burlas
Y si es posible hazle saber a la otra persona que aquel chiste o apodo relacionado con el aspecto físico no es para nada gracioso ni correcto.
Muéstrate tal como eres
Atrévete a aparecer en fotos, videos o en tus historias de Instagram sin filtros ni retoques de ningún tipo. Al principio quizá te parezca una locura, pero este mismo pensamiento te hará darte cuenta de lo normalizado que está el mostrar una imagen modificada de ti mism@.
En cambio, al exponerte tal cual eres, reproduces una imagen real, auténtica y con el tiempo puede alimentar tu autoestima y confianza.
Enaltece la belleza interior
Aunque suene muy cursi, el hacer cumplidos que no tienen que ver con el aspecto físico es un acto muy poderoso.
Cuando le dices a tu amig@ que es una persona fuerte, inteligente o trabajadora estás reforzando de forma positiva su autoestima y le demuestras que es más que un cuerpo o una cara bonita.
Cambia los modelos a seguir
Y no solo los tuyos, sino también el de tus hijos o niños cercanos a ti. En lugar de seguir a las influencers de moda; o en el caso de los más pequeños figuras aspiracionales como las Barbies, opta por interesarte, visibilizar y enseñar figuras de ciencia, deporte, mujeres u hombres líderes, que están haciendo un cambio en el mundo.
Es decir, personas que no están confinadas a sus cuerpos, sino ocupando roles importantes en el mundo.
¿Qué otra acción se te ocurre para combatir la violencia estética? Déjanosla en los comentarios.
Algunas de nuestras fuentes: