Aceptar a Cristo como nuestro salvador implica también un cambio en nuestras vidas, un cambio que inicia aceptando que estamos mejor con Dios que alejados de él, como en la parábola del hijo pródigo: "Finalmente recapacitó y se dijo: ¡Cuántos asalariados de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Tengo que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: "Padre, he pecado contra Dios y contra ti."" Inicia tu conversión haciendo un examen de conciencia y confesando tus pecados. Recíbeme como a uno de tus trabajadoresAl inicio de la misa, juntando tus manos y recordando que el pecado produce esclavitud, dile a Dios: Padre, ya no quiero ser esclavo del pecado, sino siervo tuyo. Acéptame como a uno de tus trabajadores.¡Lo cubrió de besos!" Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo cubrió de besos." (Lc 15, 20) Nuestro Padre, por medio de Cristo en el sacerdote, nos cubre de besos durante toda la liturgia. Esos besos son la gracia santificante que recibimos de forma continua en cada sacramento y celebración litúrgica. Así que cuando el sacerdote pronuncia las palabras "La gracia y la paz de parte de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes", realmente estamos siendo recibidos, abrazados y besados por Dios que nos llena de gracia para entrar en su casa. La salvación es conversión, y la conversión es santidadUna auténtica aceptación de Cristo como salvador nos lleva a un compromiso de conversión; y éste a su vez hace nacer en nosotros un deseo de santidad. Por eso en la oración colecta siempre pedimos a Dios que nos ayude a avanzar en nuestra conversión, crecer en santidad y dar gloria a Dios.Hijos de Dios"Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre han nacido, no de sangre alguna ni por ley de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios."(Jn 1, 11-13) Una conversión del corazón, aceptando a Cristo y creyendo en su Nombre, creyendo en la Palabra, nos hace nacer de Dios como hijos suyos. Recibe su Palabra con el deseo de ser verdadero hijo de Dios. Y ante ese deseo, Dios Padre te cubrirá por medio de Cristo con los besos de su gracia: "El Señor esté con ustedes". Y nosotros aceptamos ese beso respondiendo. "Y con tu Espíritu". Renuncia al pecado y a las obras del demonioDefinitivamente que un paso previo a la conversión cristiana es la renuncia a Satanás y sus obras, puesto que no se puede servir a dos amos y menos, estando tan extremos, puesto que mientras uno, Dios, es el Amor eterno, el Bien por excelencia; el otro es el mal en todas sus manifestaciones. Desde los primeros siglos de la iglesia, como parte integrante del rito del bautismo y de la conversión, se tiene la renuncia a Satanás y sus Obras como una práctica común. Antes del credo, haz esta oración en tu interior: "Yo renuncio al pecado, renuncio a Satanás, a sus huestes y a sus obras y me entrego para siempre Señor Jesús, a ti, a la Santísimia Virgen María y a la Santa Madre Iglesia. Amén." Renacer del agua y del Espíritu"En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios." (Jn 3, 5)El momento de las ofrendas, como lo hemos visto a lo largo de todo el kerigma litúrgico, es muy importante. Ahora consideremos que llevaremos al altar los dones para unirnos en ofrenda a Cristo:
Con la consagración, unidos a Cristo como ofrenda, recibimos el mejor vestido: el vestido de la gracia y de la santidad. Estaba muerto y ha vuelto a la vida"Traigan el ternero gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado." Y comenzaron la fiesta. (Lc 15, 23-24) Después de que el Cordero de Dios ha dado su vida por nosotros para limpiarnos de nuestros pecados, nos levantamos con alegría, en fiesta; nos levantamos como hombres nuevos que han renacido en Cristo. Verdaderamente somos hijos de DiosRenacidos del agua que brota de la llaga abierta de Cristo, creyendo en Él, somos verdaderamente hijos de Dios y partícipes de su vida divina. Y así rezamos todos juntos la oración del "Padre Nuestro".
Dichosos los que luchan por la pazDichosos los que luchan por la paz, porque serán reconocidos hijos de Dios" El rito de la Paz es un rito que nos recuerda las palabras de Cristo resucitado cuando se aparece entre los apóstoles. Y es también, al mismo tiempo, otro beso de Dios que nos envuelve en su gracia: "La paz del Señor esté con todos ustedes". Esta gracia es necesaria para cumplir nuestro compromiso de trabajar en el Reino de Dios y por la paz, y ser así, con nuestras obras, reconocidos como hijos de Dios. Un alimento Santísimo para quienes buscan la santidadLa salvación nos lleva a la conversión, y la conversión a la santidad. Y sabiendo que Cristo es la vid que nos da la vida eterna, y nosotros somos los sarmientos que no damos frutos sin él, nos acercamos deseosos y dichosos a recibir el pan de la Vida Eterna, para alimentarnos de Cristo y transformarnos en Cristo, puesto que ya tenemos su mismo Espíritu.
A hacer vida lo que hemos celebradoAl final de la misa, está el envío: A hacer vida lo que aquí hemos celebrado, podemos irnos en paz. Salimos para ser hombres nuevos y renovados por el Espíritu, hijos de Dios en todos lados: en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestras amistades. Todo para gloria de Dios y santificación de los hombres. ¡GLORIA A DIOS! ¡Deja que Cristo transforme tu vida a través de la liturgia! |
Acepta a Jesús como tu Salvador | Viviendo el Kerygma en misa.
Viviendo la misa