01 | En ese tiempo, dice Yavé, sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá; los de los príncipes, los de los sacerdotes, los de los profetas y los de los habitantes de Jerusalén. |
02 | Los expondrán al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaron y sirvieron, a quienes siguieron, consultaron y adoraron. No serán recogidos para ser enterrados de nuevo, sino que quedarán como abono por el suelo. |
03 | La muerte valdrá más que la vida para los sobrevivientes de esta raza perversa en cualquier parte donde los haya echado, dice Yavé de los Ejércitos. |
04 | «Les dirás: Así dice Yavé: ¿Acaso el que cae no se levanta, y el que se ha perdido de camino, no vuelve atrás? |
05 | Pues, ¿por qué este pueblo sigue en su rebeldía, sin querer ceder? Se aferran fuertemente a la mentira y se niegan a convertirse. |
06 | Ven y oyen, pero hablan otro lenguaje y nadie llora su maldad, diciendo: "¿Qué es lo que he hecho?" Todos prosiguen su loca carrera como un caballo que se lanza a la carga. |
07 | Hasta la cigüeña, en el cielo, conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla saben la época de sus migraciones. ¡Pero mi pueblo ignora el derecho de Yavé!» |
08 | ¿Cómo pueden ustedes decir: «Somos sabios y poseemos la Ley de Yavé?» Cuando es bien cierto que la ha cambiado en mentira la pluma falaz de los escribientes. |
09 | Los sabios pasarán vergüenza, serán confundidos y caerán en la trampa. Como despreciaron la palabra de Yavé, ¿qué les queda ahora como sabiduría? |
10 | Así, que yo daré sus mujeres a otros, sus campos a nuevos propietarios. Pues desde el más chico hasta el más grande, andan todos buscando su provecho; y desde el profeta hasta el sacerdote todos se dedican a engañar. |
11 | Curan sólo por encima la herida de la hija de mi pueblo, diciendo: «¡Paz, paz!» siendo que no hay paz. |
12 | Deberían avergonzarse de sus actos abominables, pero ya no conocen la vergüenza ni se ponen rojos. Por eso, caerán junto con los demás y tropezarán cuando los visite, dice Yavé. |
13 | Yo me llevaré a todos, dice Yavé: no quedarán racimos en la parra, ni higos en la higuera, y aun las hojas estarán secas. |
14 | «¿Por qué nos quedamos parados? Juntémonos, entremos en nuestras ciudades fortificadas para morir allí, pues Yavé, nuestro Dios, nos entrega a la muerte y nos da para tomar agua envenenada, porque hemos pecado contra él. |
15 | Esperábamos la paz, y ninguna cosa buena ha llegado; el tiempo de la curación, y se presenta el miedo. |
16 | Desde Dan se siente el resuello de sus caballos; al relincho sonoro de sus corceles, toda la tierra tiembla. Vienen a comerse el país y sus bienes, la ciudad y sus habitantes.» |
17 | Voy a mandarles a ustedes serpientes venenosas, contra las que no exista encantamiento; que los morderán sin remedio, dice Yavé. |
18 | El dolor se apodera de mí, el corazón me está fallando. |
19 | El grito de angustia de la hija de mi pueblo se siente a lo largo de todo el país: «¿Ya no está Yavé en Sión? , ¿su Rey ya no está allí?» «¿Por qué me han irritado con sus ídolos, con esas cosas extranjeras, que nada son?» |
20 | Pasó la siega y se acabó el verano, pero nosotros no hemos sido salvados. |
21 | La herida de la hija de mi pueblo ha pasado a ser la mía, me siento abatido y espantado. |
22 | ¿No hay, acaso, bálsamo en Galaad ni queda allí ningún médico? ¿Cómo es, pues, que no mejora la salud de la hija de mi pueblo? |
23 | ¡Quién pudiera cambiar mi cabeza en una vertiente y que de mis ojos brotara un arroyo de lágrimas, para así llorar, día y noche, los muertos de la hija de mi pueblo! |