01 | Del maestro de coro. En octava. Salmo de David. |
02 | ¡Sálvanos, Señor, porque ya no hay gente buena, ha desaparecido la lealtad entre los hombres! |
03 | No hacen más que mentirse unos a otros, hablan con labios engañosos y doblez de corazón. |
04 | Que el Señor elimine los labios engañosos y las lenguas jactanciosas de los que dicen: |
05 | «En la lengua está nuestra fuerza; nuestros labios nos defienden, ¿quién nos dominará?». |
06 | «Por los sollozos del humilde y los gemidos del pobre, ahora me levantaré -dice el Señor- y daré mi ayuda al que suspira por ella». |
07 | Las promesas del Señor son sinceras como plata purificada en el crisol, depurada siete veces. |
08 | Tú nos protegerás, Señor, nos preservarás para siempre de esa gente; |
09 | por todas partes merodean los malvados y se encumbran los hombres más indignos. |