01 | De David. Poema. Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; |
02 | dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. |
03 | Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, |
04 | porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se me había vuelto un fruto seco. |
05 | Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. |
06 | Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. |
07 | Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. |
08 | -- Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos. |
09 | No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si no, no puedes acercarte. |
10 | Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea. |
11 | Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero. |