01 | Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor. |
02 | El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: «No tengo miedo a Dios, ni en su presencia». |
03 | Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida. |
04 | Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien; |
05 | acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad. |
06 | Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes; |
07 | tu justicia, hasta las altas cordilleras, tus sentencias son como el océano inmenso. Tú socorres a hombres y animales; |
08 | ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!, los humanos se acogen a la sombra de tus alas; |
09 | se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias, |
10 | porque en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz. |
11 | Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu justicia, con los rectos de corazón; |
12 | que no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado. |
13 | Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar. |