El domingo muy temprano por la mañana, fui a pagar mi tarjeta departamental. Pero llegue tan temprano, que no estaba abierto, después de empujar 2 o 3 veces la puerta, me di cuenta y leí horario de 11 a.m a xxx, pero en mi reloj ya eran las 11. Ni modo a esperar, y en 2 minutos llego un guardia con el mazo de llaves, bueno son rápidos pensé. Pero nada, abrió la parte de arriba de las 3 puertas de la tienda, suspiré y dije: En su reloj no son las 11, calma, me dije. De repente que empiezo a ver mucho movimiento de gente dentro de la tienda. Se me hace que ya abrieron la otra entrada le dije a mi madre, que me acompañaba. Pero observe bien, y eran empleados del negocio. ¡Uuuy! que se me hace, que estos locochones tienen capacitación. Pues no, se acerco otro guardia a la puerta y un tercero a la última que quedaba disponible y los clientes seguían llegando mirando sus relojes, y le pedí a Dios que si me escuchaba que me diera negocios como este, esperando a que abrieran para entrar. Aaaahh esos si son negocios, pero el tumulto seguía dentro y todos formados en filita. Los hombres trajeados, las mujeres elegantísimas, mostrando orgullosos todos sus gafetes, y cuando a una señal, que después supe era el gerente, arrancan. Abrieron al mismo tiempo todas las puertas, las tres de la entrega donde estaba yo, también las que daban a la calle y las del estacionamiento. Y aplausos ¡aplausos!, muchos aplausos para nosotros, si para los clientes que estaban llegando. Los empleados nos estaban dando una carretada de aplausos, como si fueramos el artista de moda, nosotros pasando y ellos con una sonrisota de oreja a oreja dando los buenos días. Diciendo "Bienvenidos", con una sonrisa franca, de esas que no son fingidas. Basta decir que mi madre daba las gracias, se paraba y hacia reverencias y yo no me podía quitar la sonrisa de la cara. ¡Que bárbaro!, nos sentíamos eufóricos, alegres, los dueños de la tienda, dispuestos a comprarles todo, bueno, más bien a tomar cosas, recordemos que nos sentíamos los dueños, porque ese aplauso, ese enorme aplauso, nos hizo sentir, sentir que subíamos hasta las nubes. ¡Wow que experiencia!, pero oooh, vuelta a la realidad. Queríamos pagar, pero no había sistema. Pero que importa, esa experiencia de los aplausos, valía la pena esperar 5 minutos a que hubiera sistema... En eso, pensé en mis clientes, en recibirlos con fuertes aplausos y ellos a su vez, que recibieran a sus clientes con fuertes y vigorosos aplausos, pues se merece eso y más, ya que de ellos buena parte es nuestro negocio. Te invitó a que practiques esa idea en tu negocio, será una experiencia que dejará muchos pesos en tu empresa, mira que vi muchos paquetes en las manos de quienes entraron con nosotros como primeros clientes, y ya ni te cuento como se fue la cajuela del auto... Hasta el próximo comentario y... ¡Aplausos! LIC. PEDRO HORCACITAS LOCUTOR |
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