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Los negocios son cuestión de liderazgo

Pero además, de paciencia, inteligencia y buen criterio.

Cuenta una historia que, en un pueblo gobernado por un consejo de sabios, todos vivían bien y tranquilos, las necesidades eran satisfechas oportunamente y con justicia.

Una de las tareas que incomodada a los pobladores era el acarrear agua desde el río hasta sus casas, así que, los sabios gobernantes decidieron que era mejor contratar los servicios de un hombre para que hiciera la tarea de acarrear el agua desde el río hasta una cisterna que se construiría en el centro del pueblo. Para asegurar el mejor servicio, decidieron contratar a dos hombres para la tarea y construyeron dos cisternas, así la gente podría ir y recoger el agua de las cisternas y ahorrarse el largo viaje hasta el río.

Se presentaron Juan y Pedro, fueron contratados. Juan puso manos a la obra de inmediato, gastó poco dinero en comprar dos baldes y comenzó a acarrear el agua, en unos cuantos viajes su cisterna estaba llena y los pobladores recogían el agua que llevaban rápidamente hasta sus casas. Los beneficios se sintieron pronto, se perdía menos tiempo, se cansaban menos y tenían el agua más rápido así que pagaban de buen talante a Juan por sus servicios.

Pedro se había ausentado, todos pensaron que abandonó el trabajo por miedo o por pereza, pero Juan se sentía un triunfador, todo el dinero que los pobladores destinaban al suministro del agua era para él solo, no tenía que compartirlo, además podía imponer su precio porque pronto los pobladores se acostumbraron a la comodidad de contar con tan importante servicio.

Pasaron unos meses y reapareció Pedro acompañado de unos hombres, fue objeto de burla y Juan pasaba muy orondo frente a él con sus pesados baldes como haciéndole mofa por su cobardía de haber abandonado el trabajo, al fin de cuentas él sí lo había hecho y su economía había mejorado considerablemente.

Pedro caminaba con sus acompañantes sin hacer caso de la gente y sus murmullos, tomaron medidas, fueron hacia la parte del río que quedaba más lejos del pueblo y hacia la altura. Se rieron más de él puesto que lo más lógico era traer el agua del recodo más cercano al pueblo, después de todo Juan solo había gastado el precio de dos baldes mientras que Pedro estaba comprando algunos materiales y herramientas; además estaba pagando a sus acompañantes el tiempo que pasaban con él.

Pronto se vio la diferencia, Pedro estaba gastando dinero en colocar un tubo que traía el agua desde la parte alta hasta la cisterna que muy pronto se llenó de agua más limpia que la que traía Juan puesto que los baldes de éste en el trayecto recibían polvo, hojas secas e insectos, detalles que frente a la comodidad los pobladores dejaban pasar por alto. Se dieron cuenta de que, a veces la cisterna quedaba vacía y debían esperar un poco para que Juan la volviera a surtir. En cambio, la de Pedro siempre estaba llena.

El propio Juan se dio cuenta de que su cansancio iba en aumento mientras que Pedro se limitaba a recibir el dinero que los pobladores, después de unos días en que mostraron su fidelidad a Juan, poco a poco fueron dejándolo para pasar a tomar los servicios de aquél.

Para contrarrestar, Juan tuvo la idea de contratar a sus dos hijos para que hicieran junto con él el trabajo, así solucionó el problema del episódico desabastecimiento, además, su dolorida espalda le dolió menos y pudo descansar un poco. Aunque, claro, todo esto significó que sus ingresos disminuyeron puesto que tenía ahora que competir con Pedro y además compartir con sus nuevos empleados una parte de su paga.

Entonces Pedro decidió otorgar a sus usuarios una rebaja en el precio. Juan hizo lo mismo y además ofreció llevar el agua hasta las puertas de las casas de sus clientes sin cobrar adicionalmente por ello.

Los hijos de Juan abandonaron el trabajo y él tuvo que contratar otros trabajadores. Mientras tanto, Pedro ofreció colocar el agua dentro de los domicilios de quienes lo desearan y entonces extendió las tuberías hasta las casas y dentro de ellas hasta los lugares que los usuarios le indicaban.

Los nuevos trabajadores de Juan formaron un sindicato y formularon exigencias, querían más paga, menos horas de trabajo y dentro de éstas solo permitían que sus miembros cargaran un balde por viaje para no esforzar demasiado sus espaldas y también limitaron el número de viajes que harían cada día.

Pedro terminó contratando a Juan para que cobrara por cuenta suya, a cambio de una pequeña comisión, a los usuarios que recibían el agua en sus casas y que pronto fueron todos los pobladores. Pedro se dedicó a disfrutar de sus ingresos con toda comodidad, viajando, disfrutando y atendiendo a su familia.

Pedro había construido una cañería que conducía el agua desde el río hasta el pueblo, pero que además llevaba dinero a sus bolsillos sin mayor esfuerzo. Aunque en un inicio parecía que el desafío lo había derrotado, pronto se vio que el apresuramiento de Juan labró su propia desgracia mientras el buen tino de Pedro fue la piedra angular de su fortuna.

Así sucede aún hoy, hay personas que creen estar construyendo negocios y los construyen tipo cisterna de carga manual (la de Juan) con la errónea creencia de que el proceder apresurado constituye ventaja; mientras tanto, otros, se toman su tiempo para analizar las circunstancias y aceptar los riesgos a cambio de tener en el futuro una cañería que llene sus bolsillos.

¿Amigo lector, le habla esta historia? Un negocio verdaderamente rentable es aquel que funciona por sí solo, aunque usted no esté presente, lleva un poco más de tiempo y probablemente requiera una inversión un poco mayor, pero bajo un buen análisis, bien vale la pena el riesgo. Después de todo, es tu futuro lo que está en juego.

LUIS JäEGER FERNÁNDEZ

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