Siempre me ha provocado curiosidad el significado de los pasajes bíblicos, uno de ellos, que fue motivo de análisis hace varios años en un grupo de estudio al que asistía con mi esposa. Se trataba de encontrar el verdadero valor de la palabra, en todo aspecto, aunque debo reconocer que después de unos años, ahora enfoco más el tema dirigido hacia el campo de las realizaciones personales, tanto en lo financiero, emocional, en lo relativo al hogar y en el logro de la felicidad. En medio de la discusión no pude menos que dejar fluir lo que de un momento a otro me vino a la mente con relación a un pasaje bíblico que, para ser sincero, ya no recuerdo cuál fue. El asunto es que recibí como un chispazo la idea desde el fondo de la escritura y desde el fondo de mi mente y así la expresé. En Génesis I aparece la clave de la creación: En el principio crió Dios los cielos y la tierra. (Génesis 1, 1) Aunque este versículo no nos da más luces, si lo hacen los siguientes, veamos: Y dijo Dios: Sea la luz: y fue la luz. (Génesis 1, 3) Aquí sí aparece con toda nitidez, la idea que me llamó la atención y que encierra todo el secreto. Leamos bien, con mucho cuidado y llegaremos a una sola conclusión, Dios creó la luz, pero para hacerlo no bastó con su deseo de crearla, fue necesario ir más allá; fue necesario que Dios dijera, es decir, que expresara con Su palabra cuál era su deseo, solo así llegó a realizarse la creación. Aunque, volviendo un poco atrás, el versículo 1, no nos dice con tanto detalle cómo fue la creación de los cielos y la tierra, es fácil inferir que sucedió de la misma manera que en caso de la luz, para esta inferencia basta examinar un poco más adelante, hasta el versículo 29, veremos como el comportamiento de Dios es recurrente, “Y dijo Dios…” aparece a cada tanto, a cada paso de la creación, también cuando leemos “llamó Dios…”, el llamar a algo también es una acción de hablar, de pronunciar palabras.
En resumen, la creación la hizo Dios pronunciando palabras, hablando, expresando su voluntad, aquello que en su mente ya había sido concebido con anterioridad. Este tema lo encontramos a lo largo de toda la Biblia, por razones de espacio y tiempo daremos un gran salto hasta los sucesos del Nuevo Testamento, cuando Jesús es requerido por alguna persona en necesidad era necesaria la expresión verbal de la persona, veamos por ejemplo en Mateo 8:2-3 “Y he aquí un leproso vino, y le adoraba, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y luego su lepra fue limpiada.” O recordemos el pasaje aquél en que el ciego se acerca a Él y Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?” es imposible creer que El Señor no supiera ya de antemano lo que quería el ciego, sin embargo requiere que el necesitado exprese su deseo y recién después de hacerlo, recibe aquello que pidió. A partir del versículo 5 vemos otro ejemplo asombroso, Jesús fue conmovido por las palabras del centurión y solo tuvo que pronunciar las palabras necesarias para que el siervo de aquél fuese sanado de inmediato, no se requirió de la presencia física del Jesús junto al enfermo. Y así podríamos ir desmenuzando la Biblia entera para encontrar muestras de cómo es la palabra pronunciada, hablada, sonora la que permite la realización de aquello que la mente ya ha concebido. Ahora bien, busquemos una aplicación práctica para la vida de hoy: De la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45) Aunemos a esto: Y no os conforméis á este siglo; mas transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2) Todo está clarísimo: Para crear aquello que deseamos crear en nuestra vida es necesario expresarlo con palabras audibles y éstas dejarán fluir aquello de lo que está lleno nuestro corazón, hablando en términos bíblicos este corazón se refiere a la mente. En otras palabras, lo que llena nuestra mente expresarán nuestras palabras y eso será lo que crearemos para nuestra vida, así de sencillo. Compartimos el poder creador de Dios pues somos hechos a su imagen y semejanza ¿necesitamos algo más? Pero este artículo no es uno sobre temas espirituales o religiosos, pretende ser un llamado a todos nosotros, a todos quienes deseamos realizar grandes éxitos en nuestras vidas, sea cual fuera la definición de éxito para cada uno: éxito económico, en el matrimonio y el hogar, éxito profesional, éxito empresarial o político. Es necesario entonces renovar nuestra mente desalojando de ella los pensamientos de tristeza y melancolía, de pobreza y miseria, dejemos de pensar en el fracaso y en todo aquello que sea negativo porque de eso estará constituido nuestro lenguaje, de eso hablaremos y por consecuencia, eso será lo que estaremos creando para nuestra vida. En lugar de eso, pensemos en aquello que sí queremos realizar: ÉXITO EN TODO SENTIDO, en nuestra relación de pareja, en nuestro hogar, pensemos en nuestro hogar viéndolo feliz; pensemos en nuestro trabajo viéndolo próspero y agradable; pensemos en nuestras finanzas viéndolas en abundancia. No será un suceso mágico de un día para otro, tardará aquello que tardemos en eliminar de nuestra mente lo negativo para colocar en su lugar lo positivo. El éxito es entonces una verdad bíblica indiscutible, tan cierta como la Ley de la gravedad, de cumplimiento inexorable. LUIS JAEGER FERNÁNDEZ DE PERÚ |
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