01 | ¡Feliz el marido de una buena esposa: se duplicará el número de sus días! |
02 | La mujer hacendosa es la alegría de su marido y él vivirá en paz hasta el último de sus días. |
03 | Una buena esposa es una gran fortuna, reservada en suerte a los que temen al Señor: |
04 | sea rico o pobre, su corazón será dichosos y su rostro estará radiante en todo momento. |
05 | Hay tres cosas que me inspiran temor, y por la cuarta imploro misericordia: ciudad dividida, multitud amotinada y falsa acusación son más penosas que la muerte. |
06 | Pero pesadumbre y duelo es la mujer celosa de su rival, y en todo está presente el flagelo de la lengua. |
07 | Un yugo mal ajustado es una mala mujer: tratar de sujetarla es agarrar un escorpión. |
08 | Una mujer bebedora provoca indignación: ella no podrá ocultar si ignominia. |
09 | en el descaro de la mirada y en sus pupilas se reconoce la procacidad de una mujer. |
10 | Redobla la guardia ante una joven atrevida, no sea que descubra una ocasión se aproveche. |
11 | Cuídate de las miradas provocativas y no te sorprendas si te incitan al mal. |
12 | Ella abre la boca como un viajero sediento y bebe toda el agua que se le ofrece; se sienta ante cualquier estaca y abre su aljaba a todas las flechas. |
13 | La gracia de una mujer deleita a su marido y su buen juicio lo llena de vigor. |
14 | Una mujer discreta es un don del Señor y no tiene precio la esposa bien educada. |
15 | Una mujer pudorosa es la mayor de las gracias y no hay escala para medir a la que es dueña de sí misma. |
16 | Como el sol que se eleva por las alturas del Señor, así es el encanto de la buena esposa es una casa ordenada. |
17 | Como una lámpara que brilla sobre el candelabro sagrado, así es la belleza del rostro sobre un cuerpo esbelto. |
18 | Columnas de oro sobre un zócalo de plata son las piernas hermosas sobres talones firmes. |
28 | Hay dos cosas que me entristecen y por una tercera se enciende mi enojo: un guerrero sumido en la indigencia, los hombres inteligentes tratados con desprecio y el que vuelve de la justicia al pecado: a este, el Señor lo destina a la espada. |
29 | Difícilmente un comerciante se libra de incurrir en falta, y un negociante no estará exento de pecado. |