Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. (Jn 8, 34) Existen muchísimos ejemplos de cómo el hombre se vuelve esclavo del pecado; los más claros son los efectos de esclavitud de los pecados capitales: Esclavos del dinero (avaricia), del sexo (lujuria), del rencor (ira), de drogas (gula), de nuestro orgullo (soberbia), de la comodidad (pereza), del mundo (envidia). Si, al pecar, hemos sido vendidos como esclavos al pecado (Rom 7, 14), y como esclavos del pecado necesitamos ser rescatados y redimidos. Un signo de esclavitudAl inicio de la misa, en la procesión de entrada, es una norma que los sacerdotes entren con las manos juntas. Este signo nos habla de oración, respeto y obediencia. Los sacerdotes, desde su ordenación han jurado obediencia a la Santa Madre Iglesia, se han hecho esclavos de Cristo y de la Iglesia para conducirse y conducir a la salvación. Pero también, en este momento específico, al caminar en la procesión de entrada, podemos sumergir nuestra mente en la realidad de que el pecado produce la esclavitud del pueblo. En el tiempo de Moisés, se inicia el éxodo para ser liberados por Dios de la esclavitud de los egipcios, y en la liturgia avanzamos para ser liberados por Dios de la esclavitud del pecado. No todo el pueblo entra en procesión, pero desde nuestros lugares podemos también juntar nuestras manos para recordar que el pecado nos ha hecho a todos esclavos. Como nota complementaria, recordemos que, según el ceremonial de los obispos: "Cuando se dice que las manos están juntas, se entiende: "tener ante el pecho las palmas extendidas, y al mismo tiempo juntas, el pulgar de la derecha sobre el de la izquierda puesto en forma de cruz" |
El pecado produce muerte | Todos los hombres somos pecadores