01 | Sofar de Naamá respondió, diciendo: |
02 | Mis pensamientos me obligan a replicar, porque no puedo dominar mi excitación. |
03 | Tengo que oír reproches injuriosos, pero mi inteligencia me inspira una respuesta. |
04 | ¿No sabes acaso que desde siempre, desde que el hombre fue puesto sobre la tierra, |
05 | el júbilo de los malvados acaba pronto y la alegría del impío dura sólo un instante? |
06 | Aunque su altura se eleve hasta el cielo y llegue a tocar las nubes con la cabeza, |
07 | él perece para siempre, como sus excrementos, y sus conocidos preguntan: «¿Dónde está?». |
08 | Huye como un sueño, y nadie lo encuentra, desechado como una visión nocturna, |
09 | El ojo que lo miraba no lo ve más, el lugar que ocupaba lo pierde de vista. |
10 | Sus hijos indemnizan a los que él empobreció y sus propias manos restituyen las riquezas |
11 | El vigor juvenil que llenaba sus huesos yace con él en el polvo. |
12 | El mal era dulce a su boca y él lo disimulaba bajo su lengua; |
13 | lo saboreaba y no lo soltaba, lo retenía en medio de su paladar; |
14 | pero su comida se corrompe en las entrañas, es un veneno de víboras dentro de él. |
15 | Tiene que vomitar las riquezas que tragó, Dios se las arranca de su vientre. |
16 | ¡El mamaba veneno de serpientes y lo mata la lengua de la víbora! |
17 | Ya no ve más los arroyos de aceite ni los torrentes de miel y leche cuajada. |
18 | Devuelve las ganancias sin tragarlas, y no disfruta de lo que lucró con sus negocios, |
19 | porque oprimió y dejó sin amparo a los pobres, y usurpó casas que no había edificado. |
20 | Su voracidad no conocía descanso y nada escapaba a sus deseos; |
21 | nadie se libraba de su avidez, por eso no dura su prosperidad. |
22 | En el colmo de la abundancia, lo asalta la angustia, le sobrevienen toda clase de desgracias. |
23 | Mientras él llena su vientre, Dios descarga el ardor de su ira y hace llover el fuego de su enojo sobre él. |
24 | Si escapa del arma de hierro, lo traspasa el arco de bronce: |
25 | la flecha le sale por la espalda, y la punta fulgurante por el hígado. Lo invaden los terrores, |
26 | todas las tinieblas están reservadas para él, lo consume un fuego que nadie atiza y que devora lo que aún queda de su carpa. |
27 | Los cielos revelan su iniquidad y la tierra se levanta contra él. |
28 | Un diluvio se lleva su casa, una correntada, en el día de la ira. |
29 | Esta es la porción que Dios asigna al malvado, la herencia que le tiene destinada. |